Esta diatriba de ¿nadar contra la corriente o navegar hacia el futuro?, la podemos observar desde la siguiente analogía: estábamos acostumbrados a una fórmula, el mercado se nos presentaba como un río de amplio cauce, nosotros navegábamos en nuestra canoa, remando por esas aguas que aunque nos parecían rápidas y con mucha corriente, navegar por ellas no era tan complejo, el líder que nos guiaba iba en una lancha rápida más adelante que nosotros; pero por más que fuera rápido, no lo perdíamos de vista, lo que nos permitía ir resolviendo el día a día, los problemas que se nos iban presentando.

Nadar contra corriente o navegar hacia el futuro

El cauce del rio cambió, la corriente se transformó dramáticamente, y estamos desorientados pues no sabemos qué dirección tomar, se nos perdió la brújula, aun cuando ya estemos reaccionando a la situación ¿Qué más podemos hacer?

  • La primera alternativa es ahogarnos y desaparecer,
  • La segunda es dejarnos llevar por la corriente y que ella misma defina hacia donde nos quiere llevar, aquí hay un riesgo muy alto pues podría llevarnos a una cascada muy de una caída libre,
  • La tercera es nadar contra la corriente, el esfuerzo puede ser gigantesco y no tener la suficiente fuerza para avanzar y
  • La cuarta es aprender a navegar hacia el futuro en esa corriente, entender que en algunos momentos nos podemos dejar llevar por ella; pero en otros podemos ir en contracorriente, romper paradigmas, buscar los “drivers” del mercado, entender la situación y hacer monitoreo de la misma, preguntarme: ¿qué pasaría si cambio esto o lo otro?; entender que cambia y que no cambia de las circunstancias, retar a las personas de mi equipo a encontrar soluciones, identificar nuevas hipótesis en el modelo de negocio, las variables preestablecidas están cambiando, lo que puede llevar a replantear la propuesta de valor e incluso todo el modelo de negocio.

Estamos ante un reto sin precedentes cuya minimización es compleja, que requiere asumir un pensamiento flexible, que combine la relación entre calma y optimismo. Lo primero es dedicar tiempo para dar un paso atrás y mirar el problema desde una perspectiva holística a 2.000 pies de altura, ver toda la película.

Es necesario transitar por una serie de etapas empresariales y personales, normales en todo proceso de cambio. Estas etapas que enfrentamos ante cualquier proceso de cambio como personas son cuatro:

  1. Parálisis
  2. Resistencia
  3. Exploración
  4. Aceptación.

Captura de Pantalla 2020-08-27 a la(s) 1.51.27 p. m.Tenemos que identificar desde nuestra empresa o en términos personales en cuál estamos, para que al transitar a la aceptación veamos las oportunidades que se nos presentan.

Desde el proceso empresarial aparecen estrategias que nos permiten avanzar, en una etapa de parálisis, podemos asumir una actitud rescatista, que consiste en sobrevivir a la caída, minimizar el impacto; en la etapa de resistencia podemos tomar una actitud adaptativa, si el impacto de la situación está siendo muy fuerte y la crisis te llevó al fondo debemos identificar cómo hago sostenible ese fondo mientras me preparo para impulsarme a la superficie; luego, en la etapa de exploración asumo una actitud resiliente, que consiste en recuperar fuerzas para poder reponerme, y, finalmente, en la etapa de aceptación, es donde aparece la actitud oportuna visionaria, liderar el nuevo modelo y definir qué podemos optimizar.

Debemos desarrollar conductas y mentalidades que permitan reaccionar ante lo urgente, mirando hacia el futuro. Se debe trabajar en base a la planeación de tres horizontes temporales.

Estos horizontes son: el presente, el futuro inmediato y el futuro tardío.

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En el presente la llamada es a resolver, solucionar lo urgente, analizar las consecuencias reales de qué tanto nos afecta la situación actual y que tanto están funcionando las medidas que estamos tomando, analizar los datos para tomar estas decisiones, hacer un monitoreo continuo de nuestros recursos y capacidades internas para, si es necesario, reaprender y readaptarse a un mercado diferente, asumir en este aspecto un pensamiento fuerte, creativo, abierto a la transformación con seguimiento continuo al cambio de hábitos de mi cliente ideal, sin descuidar la información que nos puedan plantear restricciones en la implementación de nuestras acciones.

El segundo horizonte es el futuro inmediato, que es el campo de la exploración, ante un entorno basado en la incertidumbre y en el surgimiento de una economía del bajo contacto o de la cuarentena. Experimentar no de manera intuitiva, sino desde un proceso planificado, con un sistema de monitoreo para la toma de decisiones, donde se evalúe el impacto de las acciones, resulta de vital importancia para testear soluciones de lo que podemos ir planeando, no todo se debe cambiar, y para ello, nos podemos concentrar en cuatro focos:

  • El cliente / consumidor
  • El producto / servicio
  • El proceso de comunicación
  • El proceso de comercialización

Sobre estos cuatro enfoques se puede planificar la exploración. Para explorar debemos aprovechar todo nuestro potencial creativo, hacernos las preguntas correctas para generar soluciones a los desafíos que se nos vayan planteando, tener claridad del problema que queremos resolver o la oportunidad que queremos aprovechar y definir el proceso de producción de ideas más adecuado según el objetivo.

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Buscar al menos una solución fuera de la caja o “out of the box”, ideas que desafíen nuestro status quo en nuestro mercado, categoría o sector. Dentro de la caja, partir de generar ideas basándonos en nuestras propias restricciones, convertir las limitaciones en oportunidades. Pensar en la cooperación y en alianzas con sectores o personas diferentes que podrían potencializar nuestras ideas. Utilizar la base incluso de lo absurdo que está en nuestra mente, ideas futuristas más atrevidas y que podamos desarrollar como soluciones. De este ejercicio se pueden generar uno o varios servicios o productos virtuales en nuestra mente y preguntarnos si deberíamos hacerlo, si la idea es novedosa, si es sorprendente y si es útil.

El tercer horizonte es el futuro tardío y está enfocado en construir, comenzar a entender desde hoy, cuál es el nuevo escenario competitivo que se puede desarrollar, cuál es el cambio de reglas y normas, cuál será nuestra nueva propuesta de valor, analizar las tendencias, que se convierten en los hechos portadores de futuro para renovar la estrategia, el uso de las herramientas de la prospectiva. No existe un futuro tardío único, de hecho, se piensa en varios futuros.

La planeación por escenarios como una de las herramientas de la prospectiva, resulta vital para este horizonte; ya que estos permiten revisar la estrategia y poner a prueba cuan robusta puede ser. Nos permite desplegar futuros alternativos, conectarnos con nuestro poder creativo para enfrentarnos de manera estratégica a los mismos a través de la anticipación de los hechos. Ser retados a estudiar el entorno global de los negocios en el largo plazo, de manera que la empresa pueda tener algunas pistas sobre el futuro incierto. No se trata realmente de predecir el futuro, su valor radica en cómo los escenarios están integrados y proporcionan vínculos entre los procesos organizacionales, como la innovación, la elaboración de estrategias, el desarrollo de liderazgo, la gestión de riesgos y los asuntos públicos.

El objetivo de todo este proceso es sobrevivir, explorar y construir. Definir cuál es el salto cuántico que debemos hacer como empresa o como personas, Es el momento de construir un nuevo mundo empresarial y asomarse al nuevo amanecer, lo mejor, las respuestas están en nuestra mente, en esa capacidad creativa e innovadora que tenemos.